El sacramento del testimonio

El sábado 6 de septiembre, las alumnas de tercero básico del Colegio Monte María vivieron un momento trascendental en su camino de fe: la recepción del sacramento de la Confirmación. Acompañadas de sus familias, docentes y compañeras, las jóvenes renovaron su compromiso bautismal y recibieron la plenitud del Espíritu Santo, en una ceremonia que unió lo solemne con lo profundamente comunitario. La emoción de las familias, la presencia de la comunidad educativa y el recogimiento propio de la liturgia hicieron de este día un momento inolvidable. 

El papa Francisco, en vida, recordaba que, si el bautismo era el nacimiento, la confirmación era el sacramento del crecimiento y del testimonio. Subrayaba también que nadie recibía la confirmación solo para sí mismo, sino para ayudar al crecimiento espiritual de los demás. Su mensaje hacía comprender que este sacramento no podía reducirse a un rito de paso ni a una despedida de la Iglesia, como solía decirse en la tradición popular, sino que debía vivirse como el inicio de una participación en la comunidad cristiana. 

Las alumnas confirmadas recibieron la unción con el santo crisma, gesto que simboliza la fortaleza y la luz del Espíritu Santo en sus vidas. Cada momento de la ceremonia, desde las lecturas hasta los cantos, estuvieron impregnados de un clima de fe viva y esperanza compartida. El Colegio fue testigo de cómo la juventud, con nervios y entusiasmo, dio un paso más hacia la madurez cristiana, haciéndose responsables de un don que se convierte, a la vez, en misión. 

Francisco insistía en no “enjaular” al Espíritu Santo, en no resistir al viento que empuja a caminar en libertad y en no sofocar el fuego de la caridad que invita a dar la vida por Dios y por los hermanos. Su exhortación resonaba con fuerza en una Iglesia que busca jóvenes comprometidos, no solo asistentes a ceremonias, sino verdaderos testigos del Evangelio en su vida cotidiana. Este espíritu fue palpable en el colegio, donde la celebración no se vivió como un final, sino como un comienzo. 

La confirmación fue también una invitación a poner en práctica los talentos y carismas recibidos, como recomendaba el Papa. No se trata de enterrar bajo tierra los dones, sino de hacerlos fructificar en beneficio de la comunidad. Así, las alumnas fueron llamadas a compartir lo que han recibido, a dejarse guiar por la fuerza transformadora del Espíritu Santo y a crecer en solidaridad, fe y amor hacia los demás. 

Este día quedará grabado en la memoria del Colegio no solo como una celebración litúrgica, sino como una siembra de esperanza. Las confirmadas recibieron la misión de avanzar sin temor, iluminando con su testimonio y escuchando la voz de Dios en su vida diaria. Que este sacramento sea, como decía el Papa Francisco, el inicio de una madurez cristiana comprometida y alegre, y no una despedida, sino un envío a transformar el mundo con la fuerza del Espíritu.